"Antisemitismo importado" | Sinagoga Bauhaus en Múnich: Y el Canciller lloró

El lunes, la Sinagoga Bauhaus en la Reichenbachstrasse de Múnich fue reinaugurada solemnemente tras años de reconstrucción. El canciller Friedrich Merz (CDU) acaparó titulares con su emotivo discurso. Gran parte del mismo fue exitoso, incluyendo su apreciación del resurgimiento de la vida judía en la Alemania de posguerra. Pero luego el discurso dio un giro de 180 grados. Merz anunció que combatiría el antisemitismo, tanto antiguo como nuevo, "en todas las formas legislativas", incluyendo "la supuesta libertad de arte, cultura y ciencia ". Dejó claro que se refería a los migrantes que supuestamente crecieron en países donde el antisemitismo era doctrina de Estado y el odio a Israel formaba parte de su crianza.

Estas declaraciones legitiman la represión y alimentan narrativas racistas, mientras que el colonialismo y la Nakba son ignorados. La distinción entre el antiguo antisemitismo alemán y el nuevo antisemitismo, importado de los árabes, es una proyección de viejas culpas sobre nuevas espaldas. La equiparación de los judíos en Alemania con Israel también es problemática, ya que no reconoce la vida judía en Alemania como una realidad independiente y reproduce la vieja narrativa antisemita de que los judíos no se identifican principalmente con su patria, sino con su judaísmo o con Israel.

Una cosa está clara: no se trata de judíos en absoluto. Se trata del mundo emocional alemán, y allí, judíos, árabes y "nosotros" los alemanes desempeñamos roles muy específicos. Los judíos sirven para que "nos" sintamos bien y purificados. Los árabes asumen el papel de los "nuevos nazis", y así, "nosotros" los alemanes también asumimos un nuevo rol positivo. Ya no somos una "nación de perpetradores", sino protectores de los judíos: un gólem germánico. Los filosemitas tienen algo en común con los antisemitas: tratan a los judíos como una pantalla de proyección y no como personas normales que deben ser juzgadas por sus pensamientos y acciones.